En los márgenes del puerto de Bonanza, lejos de los focos y del bullicio turístico, sobrevive uno de los oficios más antiguos y exigentes vinculados al mar: el de redero. En Sanlúcar de Barrameda, esta labor artesanal se mantiene como parte fundamental del engranaje pesquero local, aunque su continuidad está en riesgo.
Un redero no se improvisa. Aprender el oficio puede llevar más de diez años, entre prácticas, errores y una transmisión oral que aún se conserva entre generaciones. Son los encargados de tejer, reparar y montar las redes de arrastre que utiliza la flota pesquera para capturar especies del fondo marino. Cada red lleva días de trabajo y miles de nudos que deben quedar exactos, fuertes y seguros.
En Sanlúcar, como también ocurre en Huelva o en algunos puertos de la provincia de Málaga, esta tarea sigue siendo predominantemente masculina, a diferencia de otras zonas como Galicia o el Levante, donde existen cuadrillas de rederas. Aquí, el oficio se vincula a la fuerza física, a la resistencia bajo el sol, y a una técnica que combina experiencia, maña y mucha paciencia.
“El redero es quien prepara la herramienta de trabajo de los barcos. Si una red está mal hecha, se pierde la faena entera”, explican algunos veteranos del oficio, que llevan décadas entre montones de malla, hilos de nailon, agujas de remiendo y el constante olor a sal.
Sin embargo, el futuro no es claro. El relevo generacional es casi inexistente, y cada vez menos jóvenes se interesan por aprender un arte que exige tiempo, dedicación y un conocimiento que no se enseña en escuelas. La mayoría de los actuales rederos superan los 50 años, y muchos combinan este trabajo con otras tareas del puerto.
Las redes de arrastre sanluqueñas abastecen a embarcaciones que faenan en el Golfo de Cádiz, desde el propio puerto de Bonanza hasta otras localidades de la provincia. Su mantenimiento es esencial para la actividad económica y la seguridad de la flota.
Aunque apenas se visibiliza, este oficio artesanal forma parte del patrimonio vivo de la ciudad. Cada red tejida a mano encierra no solo una función, sino también una historia, un saber tradicional y unas manos expertas que no quieren desaparecer, aunque saben que el tiempo corre en su contra.
Desde distintos sectores pesqueros se ha planteado en los últimos años la necesidad de proteger esta profesión como parte de la cultura marítima andaluza. Mientras tanto, los rederos de Sanlúcar siguen trabajando a pie de muelle, hilando el presente con el arte de un oficio que resiste entre hilos, nudos y sal.